miércoles, 20 de agosto de 2008

Plano pretemático del aula

Partiendo de mi actividad cotidiana, puedo hablar de tantas cosas de mi entorno, que pasan inadvertidas, cuya funcionalidad y sentido en mi mundo, lo encuentro únicamente cuando cambian, se dañan o ya no están ahí.
Así, por ejemplo, me pasó alguna vez que estuve esperando varios minutos en un aula de clases para recibir una materia nueva, pero no llegaban los profesores ni los compañeros.
Sólo bajo esta situación logré observar detalles y descubrir sensaciones, que de otra manera, no los hubiera tomado en cuenta: el aula era más espaciosa de lo que creía, con razón había tantos alumnos, la mesa del profesor no estaba tan alineada, el pizarrón tenía rastros de una lección de matemáticas ¿sería muy aburrida?, y el sol entraba justo lo suficiente.
Luego, esto me produjo cierta idea de familiaridad con el lugar y, de repente, sentí como que ahí encontraría a los compañeros del semestre pasado, y que en aquella silla se sentaría la profesora y el aula se impregnaría de su materia. Entonces, noté que había ya recibido otra asignatura en ese lugar.
Podía estar equivocado de salón así que salí y me cercioré del número y la ubicación. Era el correcto.
Para mí estar ahí, en el mismo puesto que ocupaba antes, me hacía sentir que lo que veía no era sólo un montón de sillas dispuestas en un orden, un pizarrón verde y nada más, era una costumbre, una idea de confianza y de recuerdos. Empecé a esperar, entonces, que en poco tiempo empiecen a llegar todos, a quienes ya conocía.
El tiempo pasó, y de pronto el lugar estaba lleno, pero de otras caras, de otro maestro, se hablaban otras cosas, entonces ya no estaba lleno de la misma manera, ahora parecía que era totalmente diferente, aunque las cosas eran exactamente las mismas.

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