viernes, 19 de diciembre de 2008

Culturas nacionales


El centro histórico es cada vez más histórico. Día a día en él se desarrollan tantas vidas, algunas que van para quedarse, otras que están de paso y otras que llegan como descubridores de nuevas tierras, y ya son siglos. Una mañana de observación que se quedó en mi retina y fue capturada por el lente de mi cámara fotográfica. Lo visto, permanecerá un tiempo en mi memoria y el resto en la de la cámara. Estaba en la misma ciudad pero encontraba cosas extrañas a cada paso, el aspecto de excursionistas de mis compañeros de clase acentuaba la diferencia. Ese día, corroboré el criterio de que nacionalidad no es lo mismo que cultura, entendida ésta última como un estilo de vida. Si separado por unos ínfimos kilómetros fuimos foráneos en nuestra propia nación cuán acentuado será el tema a nivel mundial. En otras palabras, una caminata me demostró lo diverso que es un lugar de otro, una persona de otra, por lo que los criterios de universalización y homogenización expuestas por autores estudiados como Ulrich Beck, quien utiliza la expresión “mcdonalización”, se quedan atorados en estultas teorías. Entonces, a pesar de que existen puntos de convergencia, Ecuador es una nación que contiene muchas culturas cada una de las cuales tiene su propio imaginario colectivo.
Nación es el conjunto de habitantes de un país regidos por un mismo gobierno (definición de la Real Academia de la Lengua) de tal modo que la discusión de que existan varias nacionalidades ecuatorianas es un tema eximido (si nos olvidamos por un momento de la los ortigazos y la justicia a mano propia de los indígenas). En cambio, que a pesar de tener un mismo territorio coexistan variedad de culturas y subculturas las cuales responden a fuerzas endógenas y exógenas es un axioma. Partiendo de que cultura es un término multidiscursivo y disintiendo de los conceptos dados por Clement Greenberg y Raymond Williams, me enfoco en aquel que propone que cultura es el conjunto de modos de vida costumbres y pensamientos propios de un grupo social dado por Armand Mattelart y Erick Neveu. En torno a esto, desvinculamos, entonces la cultura-nación como una idea de conciencia nacional única. Para aclarar lo dicho, podemos señalar cómo entre un sector y otro nos encontramos con prácticas casi opuestas. Y es una obviedad. Hay dos fotos que ejemplifican esto.La primera es aquella en la que una compañera está sacando fotografías a un cantante ambulante que tiene fotos de Carlos Gardel en su guitarra. Lo que ella mira es un hombre que “sobrevive” con la caridad de quienes aprecian su “facha” y los dos acordes musicales que conoce. El seguramente se siente a la mira pero no puede mirar de vuelta porque es ciego. La otra, es la foto de una mujer que mientras barre su negocio observa a una compañera, quien a su vez presta atención a la caminata de un hombre con traje frente al palacio de gobierno. La imagen connota a lo que cada uno se dedica, y hasta sus gustos y estilos. Hablamos entonces de culturas dadas por el estrato social, por los grupos de edad y por los oficios. Por otro lado, vemos una ciudad escindida en culturas que parecen vivir tiempos diferentes, como dice Néstor García Canclini en una “heterogeneidad multitemporal”. Frederic Jameson, en ese sentido aporta que el sistema predominante es el capitalismo pero éste se exporta con tiempos de entrega diferente. En términos generales en Latinoamérica vivimos un “capitalismo tardío”. Así, en el centro comercial Ipiales se venden casetes de “Atari” o máquinas de escribir, objetos que nos parecerían obsoletos, y en la barbería más concurrida de la plaza grande los estilos de corte femenino son de los ochenta o noventa y ¡no porque haya vuelto la moda retro!


El pensamiento social difiere de una cultura a otra. Arjun Appadurai sostiene que existen mundos imaginados creados por distintos factores y es precisamente lo que se pudo comprobar con la salida de campo. La imaginación es una práctica social, dice Apaddurai, y es la que nos abre la idea de los otros mundos y del propio. Siguiendo lo dicho, en el país encontramos gran cantidad de lo que se considera “americano” (o sea de EEUU) como son las tantas franquicias y las tantas otras que se han apropiado del idioma, típico de la sociedad de consumo de la que habla Jameson. Encontramos, por ejemplo, los cientos de nombres en inglés: “Brooklyn”, “Brayssier (brassier)”,”Roland”, “Donas” (Donuts), etc. Ahora, el punto importante es que el panorama imaginario a nivel global puede aplicarse en una misma ciudad como es Quito. De modo que se tiene un imaginario colectivo según el sector en el que se encuentre. Por ejemplo se tiene la idea que los habitantes del centro son más supersticiosos que los del norte, vimos muchas figuras de santos, vírgenes y unos cuantos menjunjes para prosperidad, la salud y el sexo. Tal vez en el centro solo sean menos solapados. La imaginación, la frecuentemente está fundada en metarelatos, término utilizado por J.F Lyotard, los cuales a su vez perdieron todo significado y se quedaron en significantes o mejor dicho en lamentables prejuicios, algo como un pastiche cultural. Las metanarrativas (como todo) carecen de un legitimador absoluto pero existen en diferentes estadios incluido el social. A partir de ellas, aparecen convicciones, creencias y principios implantados sin umbral conocido y eso se pone de manifiesto en las actitudes hacia el “otro”. En muchas personas del centro se notaba cierto rechazo de formar parte de un estudio social. La leyenda en el reverso de una camiseta de un comerciante decía:”Fuck you all”, una transnacional forma de explicarlo . Del lado de los “excursionistas” se escuchaban frases como “siento que me van a asaltar”, “que cholo”, “vi una figura de Charles Chaplin (refiriéndose a una figura del “venerable” José Gregorio Hernández) ó “En Quito era más barato”. La visión postmoderna de Lyotard es que la ciencia la tecnología y el capitalismo son un fetiche del que dependen los metarelatos. De acuerdo con eso, cada cultura tiene apegos substanciales a los avances hechos por la razón del hombre. En un sector con condiciones de mayor pobreza vemos que estos avances implican el alquiler de Play Station 2, por ejemplo . Así, concluimos que no existe una idea de pertenencia común y que lo que en una cultura se aprecia o conoce en otra se pasa por alto.


A pesar de lo expuesto precedentemente, existe intersección de características interculturales. Como postula Canclini vivimos un proceso de hibridación en el que los límites culturales se difuminan y crean mezclas inimaginables. En comunión con Beck podríamos decir también que existen procesos de inclusión comparable con aquello de hacer local lo global a lo que él llama “glocalización”. Vemos que no hay una distinción entre alta cultura o peor llamada cultura “legítima” y cultura de masas, ambas llegan a condensarse. Así, encontramos una réplica del Arco del Triunfo y cuadros que reproducen pinturas originales en el parque El Ejido, rodeados de vendedores ambulantes, ciclistas y parejas de enamorados. Tampoco existe una separación irreconciliable entre lo moderno y lo tradicional. Canclini sostiene que la visión moderna tiene bases evolucionistas, es decir se refiere a todo lo que nos abre la puerta hacia el “progreso”. Lo tradicional, considerado en ocasiones como fundamento común de una nación es todo aquello originario de la misma. Para ejemplificar esto, tenemos la sofisticada arquitectura de algunas edificaciones del centro contiguas a construcciones coloniales sin restaurar o los puestos de revistas de última moda de venta afuera de iglesias coloniales. Finalmente, y lo más notorio es la accesibilidad a objetos que parecían reservados para las élites o a su lugar geográfico de origen. Lo que en el siglo pasado eran las obras de arte son hoy los juegos de video o las marcas de diseñador que no solo están al alcance de todos sino que son “pirateadas” sin control social o protección legal. Aquí se vuelve interesante ver la foto del afiche de la modelo de “Payless shoes” sobre una mujer que vende periódicos que la observa. En el centro comercial Ipiales venden una imitación del Play Station de Microsoft con el nombre de “Boly Station” y en la calle Guayaquil se exhiben en un escaparate calzoncillos a menos de un dólar de marca “Celvin Klain”. Consecuentemente cada cultura penetra en la otra y la modifica hasta resultar en lo que tenemos: un sincretismo cultural.

La tarde de aquel día me dejo pensando en la disonante teoría modernista que unifica las formas de ser sociales, llamadas culturas y subculturas de una nación en una sola y en aquellas otras que hablan de procesos homogenizadores producto de la globalización. Como mencionan Neveu y Matellart el significado de cultura ha sufrido una metamorfosis en el último siglo y lo que en realidad descubrí o más bien dicho constaté es que vivimos procesos globalizadores que van a diferentes ritmos y que construyen una sociedad postmoderna apoyada en el pastiche, es decir que toma lo que está a la mano, lo superficial, sin cuestionarlo. En Quito hallamos muchas formas de vida y lo que ello conlleva: los hábitos, los principios y los estereotipos. Que cada una posee imaginarios colectivos que responden a desiguales significaciones. Sin embargo, a la final, e inevitablemente una cultura forma parte intrínseca de la otra y eso hace que nos reconozcamos aún en las diferencias.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenas observaciones =el observador de los observadores. Me diverti al leer tu ensayo, pero tambien vi como tu vision tiene la vision critica de la clase -buen trabjo.
Hugo B.

Anónimo dijo...

Jose... interesante tu articulo... esta de incluir mi cronica de una tarde junto a un anciano que habla del centro historico jaja Super chevere y tiene un enganche que te hace reflexionar... Bien jose...
Yess Herrera

 
Union Literaria