domingo, 28 de junio de 2009

Soñar en domingo

En el movimiento más imperceptible y natural las pestañas enrieladas en una fila se desmontan de la fila con la que permanecieron unidas largas horas y se sujetan de los párpados para terminar su huida dejando a mis ojos intemperies .Es como la transición de una escena a otra, como un telón que cierra lo que acabo de vivir y descubre la soledad de la habitación. Me toma un buen tiempo darme cuenta que los párpados son de la forma más rápida y sutil la diferencia entre lo onírico y lo real. La luz sobre mi almohada parece la del intenso rubio atardecer de ayer, pero no es más que el ramplón reflejo de la luz intermitente de un poste que abusiva se cola por la cortina medio abierta. Cierro los ojos e intento volver al sueño pero es inútil. Es como pretender volver al pasado. El sueño ya fue y se acabó y así se acabará este momento y otro sueño volverá a empezar. Me acuesto mirando al piso y siento que más despierto estuve en las horas de dormido. Cuando te vi caminando y acucioso me acerqué, te tome del brazo y empecé a hablarte sin preocuparme por tu tiempo ni el mío, mientras fumabas un tabaco hasta los dedos. Cuando empezaste a levantar un muro con tu cortesía y la intimidad y complicidad de aquellos años se quedaron encerrados, mientras yo seguía fascinado por tus manos, por tu risa coqueta y tímida, por cómo bajabas la mirada solo para luego verme desafiante. Cuando decidí que si nos separamos no sea por el mezquino concreto que empezabas a construir y me acerqué. Cuando el muro se desplomó y te besé con los ojos cerrados. Entonces me desperté y estaba en el cuarto, en este cuarto que sin la mísera luz que acaba de sucumbir es el espacio lóbrego de la soledad materializada en un lugar y en un espacio. Empieza a llover y no se me ocurre con quien conversar. No puede ser más domingo. Veo la hora en mi celular, son las siete menos treinta y hay un mensaje pendiente. “Fue el mejor adiós que he tenido”. Si aquello no fue un sueño, ¿estoy soñando ahora?

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