jueves, 5 de marzo de 2009

Teatral

Tiene los ojos bien cerrados y los labios medio abiertos, mientras piensa en lo siguiente por decir. El público es escaso pero atento. El hombre en la primera fila no le quita la mirada. Cada movimiento está coreografiado pero ha empezado a sentir esa mirada fija sobre sus ojos bien cerrados. Las manos pasan de su piel de malla negra, a su cuello desnudo hasta su rostro. Se coloca un pañuelo blanco sobre la cabeza .El pañuelo es lo único que resalta con tan poca iluminación. Articula una palabra. Se quita la prenda y vuelve a ser unas manos que acarician un rostro, una boca que da a luz palabras sin relación, una figura de sombras en blanco y negro. Dice algo sobre ser mujer. El hombre empieza a escucharla. Sus diálogos lo envuelven como el pañuelo la envolvió a ella. Él cierra los ojos y empieza a sudar con cada sonido y con cada silencio, aprieta sus labios y se toca las manos en un estado de ensoñación. Cuando abre los ojos encuentra el pañuelo solo sobre las tablas y el auditorio totalmente vacío. Todos se fueron y parece que se llevaron el tiempo. De repente, la mujer del pañuelo aparece casi indivisible y pone su rostro frente al de él, sus palabras en sus labios y entonces el hombre se da cuenta de que el teatro es siempre íntimo y apasionante.

Lo que vemos puede solo ser la puesta en escena de una vida que en realidad está diametralmente opuesta de dónde creemos. La verdadera historia detrás de esta foto es la de ex primer ministro pakistaní Benazir Bhutto que se arregla su pañuelo una semana antes de ser asesinada en un ataque durante un desfile.

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