jueves, 5 de marzo de 2009

Autoretrato

Aunque somos la misma persona no sé cuánto lo conozca, te diré lo que sé. Es alto como un perchero y según mi madre tiene la contextura de un trozo de plastilina. Sus ojos son alargados, pero hay quienes los ven como rasgados y le preguntan si es chino. Su mirada parece que pasa por una cortina entre sus varios mundos y el mundo de los demás. Lo que me gusta son sus cejas, que casi siempre siguen lo que los ojos dicen y son las que se llevan los halagos de la familia de la quien las heredó-lo que resulta más en un halago que se hacen ellos mismo-en fin. Tiene una sonrisa magnética que siempre parece genuina, pero yo sé que a veces solo sonríe por cortesía, para guardar las palabras que se desesperan por salir, y los gritos. Cuando se ve en el espejo le digo que luce justo como quiero, que además tiene buen gusto. Entonces, alguien le hace sentir lo contrario, y se cuestiona: ¿a qué espejo le creo: en el que me veo, o al que me ve? Últimamente ha descubierto que no pretende perseguir el sueño vacío y autómata de los demás, aquel que los homogeniza al punto de formar parte de esos segmentos que contempla el Marketing. Y yo le respondo que es inevitable, pero que lo especial es que lo haga “a su manera” como decía Sinatra. Cuando lo logra es tan ocurrido y chistoso que me hace pensar en que los adultos son solo niños crecidos. Es un tipo listo y simpático con una especial sensibilidad para apreciar lo que no se ve, pienso que por eso disfruta tanto el arte. Pero otras veces, le cuesta encontrar una razón de ser con cada respiro. Y así vamos por la vida, acariciando el alma con la mano, pensando cada instante en el instante mismo, anhelando que dejen de querernos e intenten empezar a amarnos, amándonos sin razones ni resultados, riéndonos solos, hablando los dos, mientras el camino nos lleva por cuestas que a veces bajamos corriendo como locos sin saber bien a dónde vamos a llegar.

No hay comentarios:

 
Union Literaria