miércoles, 10 de septiembre de 2008

El moreno

Sabemos que la nuestra es una cultura mestiza, que en nuestro país coexisten varias razas, incluso nacionalidades. Que la esclavitud se acabó hace siglos.Sabemos también que existen minorías y supuestamente rechazamos cualquier acción discriminatoria. Entonces ¿por qué se sigue hablando del tema del racismo?En tiempos de la conquista se trajo a diez millones de personas del África para trabajar en todos aquello en lo que los indios no (se) bastaban. Se consideraba que podían ser comercializadas y vivían en míseras condiciones. Se creía que no tenían alma.El pensamiento social arcaico me resulta insólito. Afortunadamente, la historia se encargo de dilucidar estos criterios y jerarquías. De declarar que las personas de raza negra no son cosas, que no son inferiores, que la ignorancia del hombre había sido absoluta.Hoy en día, a los negros no se les inspecciona las manos y los dientes para saber su precio, pero aún hay un conflicto respecto de las parejas interraciales. Aún no hay equidad laboral, cultural, literaria, ni siquiera televisiva. Aún hay quienes evitan sin razón su compañía o hay para quienes ni siquiera existen.Es verdad que constituyen una minoría, algo así como el 8 o 10% de la población ecuatoriana y entonces se los puede clasificar como una “categoría” con objeto de estudio o similar, únicamente. Pero el hablar de ellos como grupo, y así atacarlos o defenderlos es limitarles, acentuar la fragmentación, es otorgarles características deducidas. Es crear prejuicios y estereotipos. Los negros tienen una forma de vida común y comparten una ascendencia propia que además nos excluye a los mestizos, pero no hay razón para creer que tengan una conducta determinada por su raza. Sería como decir que todas las mujeres o todos los jóvenes son exactamente iguales. Sería caer en la generalización, que a propósito casi siempre es despreciativa, como lo hizo el antropólogo Justino Cornejo en un ensayo con el que supuestamente buscaba enaltecer a los afroecuatorianos, al decir en él, frases como: “El negro es insolente, además de gritón y temerario”. Es como cuando para señalarlos se dice “el negro” aunque tenga cualquier otra particularidad más importante. Cuando se considera que la palabra sola es un insulto y se la dice en diminutivo: “el negrito”. Y peor aún, cuando se usan eufemismos (¿para encubrir qué?) y se los llama “morenos”.El mundo mismo es diverso y hasta en la Constitución Política del Estado consta que el Ecuador es un país multiétnico y pluricultural. Pero hay quienes todavía reflexionan antes de relacionarse con una persona “de color” y otros que se precipitan a clasificarlos de ladrones, delincuentes u ociosos, aunque no lo hagan manifiestamente. Actualmente el racismo es una realidad negada, es un tabú.Parecería entonces que las masas necesitan algo más que discursos e ideas de igualdad, algo notorio que los haga descubrir o re-descubrir el error inconsciente con el que actúan y piensan. Pero eso no pasará mientras casi todos los afroecuatorianos estén inmersos en la pobreza, el analfabetismo y aislados del campo de trabajo tanto público como privado. Mientras aquellos que se destaquen tengan que pasar por una doble lucha como el caso del gran escritor Nelson Estupiñán.Mientras tanto, la selección de fútbol conformada en su mayoría por jugadores negros está haciendo un aporte al respecto. Es ridículo que sólo así seamos capaces de realmente comprender que a aún los relegamos no sólo territorialmente, sino de nuestra propia identidad.

No hay comentarios:

 
Union Literaria